Categorías
General

Sobre la miseria de la vida estudiantil considerada bajo sus aspectos económico, político, psicológico, sexual e intelectual

Internationale Situationniste

Hacer la vergüenza aún más vergonzosa, publicándola

Podemos afirmar sin gran riesgo de equivocarnos, que tras el policía y el sacerdote, el estudiante es en Francia el ser más universalmente despreciado. Si las razones por las que se le desprecia son a menudo falsas y revelan la ideología dominante, las razones por las que efectivamente es despreciable y despreciado desde el punto de vista de la crítica revolucionaria, son rechazadas e inconfesadas. Sin embargo, los poseedores de la falsa contestación saben reconocerlas y reconocerse. Transforman este verdadero desprecio en una admiración complaciente. De este modo, la impotente intelligentzia de la izquierda (desde Les Temps Modernes a L’Exprés) se queda pasmada ante la pretendida «ascensión de los estudiantes», y las organizaciones burocráticas declinantes en la práctica (desde el Partido Comunista a la UNEF) se disputan celosamente su apoyo «moral y material». Mostraremos las razones de este interés por los estudiantes y cómo las ya nombradas organizaciones participan positivamente de la realidad dominante del capitalismo superdesarrollado, y utilizaremos este folleto para denunciarlas una a una: la desalienación no sigue otro camino que el de la alienación.

Todos los análisis y estudios realizados sobre el medio estudiantil, hasta el momento, han olvidado lo esencial. Nunca sobrepasan el punto de vista de las especializaciones universitarias (psicología, sociología, economía), y por consiguiente son fundamentalmente erróneos. Todos ellos cometen lo que Fourier llamaba ya una ligereza metódica «puesto que regularmente afecta a las cuestiones primordiales», ignorando el punto de vista total de la sociedad moderna. El fetichismo de los hechos enmascara la categoría esencial, y los detalles hacen olvidar la totalidad. Se dice todo sobre esta sociedad, salvo lo que es en realidad: comerciante y aparatosa. Los sociólogos Bourderon y Passedieu, en su investigación Los Herederos: los estudiantes y la cultura, permanecen desarmados ante algunas verdades parciales que han acabado por apoyar. Y, a pesar de toda su buena voluntad, caen de nuevo en la moral de los profesores, la inevitable ética kantiana de una democratización real por una racionalización real del sistema de enseñanza, es decir de la enseñanza del sistema. Mientras que sus discípulos, los Kravetz [1], se creen millares, compensan su amargura pequeño-burócrata por el confusionismo de una fraseología revolucionaria desacostumbrada.

La puesta en escena [2] de la reificación bajo el capitalismo moderno impone a cada uno un papel en la pasividad generalizada. El estudiante no escapa a esta ley. Se trata de un papel provisional que lo prepara para el papel definitivo que asumirá, como elemento positivo y conservador, en el funcionamiento del sistema mercantil. No es más que una iniciación.

Esta iniciación encuentra de nuevo, mágicamente, todas las características de la iniciación mítica. Permanece totalmente separada de la realidad histórica, individual y social. El estudiante es un ser dividido entre un estatuto presente y un estatuto futuro netamente separados, y cuyo límite va a ser mecánicamente traspasado. Su conciencia esquizofrénica le permite aislarse en una «sociedad de iniciación», ignora su futuro y se maravilla de la unidad mística que le ofrece un presente al abrigo de la historia. El motivo de cambio de la verdad oficial, es decir, económica, es muy fácil de desenmascarar: resulta duro mirar de frente la realidad estudiantil. En una «sociedad de abundancia», el status actual del estudiante es la pobreza extrema. Originarios en un 80 % de capas cuya renta es superior a la de un obrero, el 90 % de ellos disponen de una renta inferior a la del más simple asalariado. La miseria del estudiante está más allá de la miseria de la sociedad del espectáculo, de la nueva miseria del nuevo proletariado. En un tiempo en que una parte creciente de la juventud se libera cada vez más de prejuicios morales y de la autoridad familiar para entrar lo antes posible en las relaciones de explotación abierta, el estudiante se mantiene a todos los niveles en una «‘minoría prolongada», irresponsable y dócil. Si bien su tardía crisis juvenil lo enfrenta un poco a su familia, acepta sin dificultades ser tratado como un niño en las diversas instituciones que rigen su vida cotidiana [3].

La colonización de los diversos sectores de la práctica social no hace más que encontrar en el mundo estudiantil su expresión más injusta. La proyección sobre los estudiantes de toda la mala conciencia social, enmascara la miseria y la servidumbre de todos.

Pero las razones en que se basa nuestro desprecio por el estudiante son de otro tipo. Estas no conciernen solamente a su miseria real sino a su complacencia hacia todas las miserias, su propensión enfermiza a consumir devotamente la alienación, con la esperanza, ante la falta de interés general, de satisfacer su carencia particular. Las exigencias del capitalismo moderno hacen que la mayor parte de los estudiantes sean simplemente cuadros inferiores (es decir, el equivalente de lo que en el siglo XIX era la función del obrero calificados) [4]. Ante el carácter miserable, fácil de presentir, de este futuro más o menos próximo que lo «resarcirá» de la vergonzosa miseria del presente, el estudiante prefiere volverse hacia su presente y decorarlo con encantos ilusorios. La misma compensación es demasiado lamentable como para que atraiga; los días que sigan no serán alegres y, fatalmente, se sumergirán en la mediocridad. Por ello se refugia en un presente vivido irrealmente.

Esclavo estoico, el estudiante se cree tanto más libre cuanto más lo ligan las cadenas de la autoridad. Al igual que su nueva familia, la Universidad, se tiene por el ser social más «autónomo» mientras que representa, directa y conjuntamente los dos sistemas más poderosos de la autoridad social: la familia y el Estado. Él es su hijo sometido y agradecido. Siguiendo la misma lógica del hijo sumiso, participa de todos los valores y mitificaciones del sistema, y los concreta en sí mismo. Lo que eran ilusiones impuestas a los empleados, se convierte en ideología interiorizada y conducida por la masa de futuros pequeños cuadros.

Si la antigua miseria social ha producido los mayores sistemas de compensación de la historia (las religiones), la miseria marginal estudiantil no ha encontrado consuelo más que en las imágenes más desfiguradas de la sociedad dominante, la repetición burlesca de todos sus productos alienados.

El estudiante francés, en su calidad de ser ideológico, llega demasiado tarde a todo. Todos los valores e ilusiones que constituyen el orgullo de su mundo cerrado, están ya condenados en tanto que ilusiones insostenibles, desde hace mucho tiempo ridiculizadas por la historia.

Recogiendo unas migajas de prestigio de la Universidad, el estudiante todavía está contento de ser estudiante. Demasiado tarde. La enseñanza mecánica y especializada que recibe está tan profundamente degradada (en relación al antiguo nivel de la cultura burguesa) [5] como su propio nivel intelectual en el momento en que accede a ella, con la particularidad de que la realidad que domina todo esto, el sistema económico, reclama una fabricación masiva de estudiantes incultos e incapaces de pensar. El estudiante ignora que la Universidad se haya convertido en una organización -institucional- de la ignorancia, que la «alta cultura» se disuelva al ritmo de la producción en serie de los profesores, que todos los profesores sean cretinos, los cuales en su mayoría provocarían el escándalo de los alumnos de cualquier colegio; él continúa escuchando respetuosamente a sus maestros, con la voluntad consciente de perder todo espíritu crítico a fin de comulgar mejor de la ilusión mística de haberse convertido en un «estudiante», alguien que se ocupa seriamente de adquirir un saber serio, con la esperanza de que eso le confiará las verdades últimas. Es una menopausia del espíritu. Todo lo que sucede hoy en los anfiteatros de las escuelas y facultades será condenado en la futura sociedad revolucionaria como alboroto, socialmente nocivo. En la actualidad, el estudiante hace reír.

El estudiante no se da cuenta de que la historia altera su irrisorio mundo «cerrado». La famosa»crisis de la Universidad» parte de una crisis más general del capitalismo moderno; sigue siendo el objeto de un diálogo de sordos entre diferentes especialistas. Dicha crisis traduce simplemente las dificultades de un ajuste tardío de este sector especial de la producción a una transformación de conjunto del aparato productivo. Los residuos de la vieja ideología de la Universidad liberal burguesa pierden importancia en el momento en que desaparece su base social. La Universidad ha podido disfrutar de un poder autónomo en la época del capitalismo librecambista y de su Estado liberal, que le dejaba una cierta. libertad marginal. De hecho, dependía estrechamente de las necesidades de este tipo de sociedad: dar a la minoría privilegiada que estudiaba la cultura general adecuada, antes de que alcanzara las filas de la clase dirigente de la que apenas habla salido. De ahí el ridículo de los profesores nostálgicos [6], amargados por haber perdido su antigua función de perros guardianes de los futuros amos por esa otra, mucho menos noble, de perros de pastor, siguiendo las necesidades planificadas del sistema económico, guiando las hornadas de «cuellos blancos» hacia sus fábricas y oficinas respectivas. Son ellos quienes oponen sus arcaísmos a la tecnocratización de la Universidad y continúan suministrando imperturbablemente las sobras de una cultura llamada general a futuros especialistas que no sabrán que hacer con ella.

Más serios, y por consiguiente más peligrosos, son los modernistas de la izquierda y los de la UNEF, dirigidos por los «ultras» de la FGEL, que reivindican una «reforma de estructuras en la Universidad», una «reinserción de la Universidad en la vida social y económica», es decir, su adaptación a las necesidades del capitalismo moderno. Las diversas facultades y escuelas, todavía adornadas de ilusiones anacrónicas, son transformadas de dispensadores de la «cultura general» a la medida de las clases dirigentes en fábricas de enseñanza rápida de cuadros inferiores y de cuadros medios. Lejos de oponerse a este proceso histórico que subordina directamente uno de los últimos sectores relativamente autónomos de la vida social a las exigencias del sistema mercantil, nuestros progresistas protestan contra los retrasos y desfallecimientos que sufre su realización. Son los defensores de la futura Universidad cibernetizada que ya se anuncia aquí y allí [7]. El sistema mercantil y sus modernos servidores, he aquí al enemigo.

Pero es normal que todo debate pase por encima de la cabeza del estudiante, en el cielo de sus maestros, y se le escape totalmente: se le escapa el conjunto de su vida, y, a fortiori de la vida.

Debido a su situación económica de extrema pobreza, el estudiante está condenado a un cierto modo de supervivencia muy poco envidiable. Pero, siempre contento con su papel, convierte su trivial miseria en «estilo de vida» original: el miserabilismo y la bohemia. Ahora bien, la «bohemia», lejos ya de ser una solución original, nunca es vivida auténticamente sin haber roto de forma completa e irreversible con el medio universitario. Sus partidarios entre los estudiantes (y todos se jactan de serlo un poco) no hacen más que aferrarse a una versión artificial y degradada de lo que, en el mejor de los casos, no es más que una mediocre solución individual. Merecen hasta el desprecio de las ancianas del campo. Estos «originales», treinta años después de W. Reich [8] ese excelente educador de la juventud, continúan teniendo los comportamientos erótico-amorosos más tradicionales, reproduciendo las relaciones generales de la sociedad de clases en sus relaciones intersexuales. La aptitud del estudiante para hacer un militante de cada uno, se ve frustrada por su impotencia para ello. En el margen de libertad individual permitido por el espectáculo totalitario, y a pesar de su utilización más o menos libre del tiempo, el estudiante ignora todavía la aventura y prefiere un espacio-tiempo cotidiano restringido, adaptado a él por las barreras del propio espectáculo.

Sin estar obligado, separa de sí mismo trabajo y ocio, proclamando un hipócrita desprecio por los «empollones» y los «animales de competición». Aprueba todas las separaciones y, a continuación va a gemir en los diversos «círculos» religiosos, deportivos, políticos o sindicales, sobre la incomunicación. Es tan estúpido y desgraciado que incluso llega a confiarse espontáneamente y en masa al control parapolicial de psiquiatras y psicólogos, colocados donde están por la vanguardia de la opresión moderna, y por consiguiente felicitados por sus «representantes» que, naturalmente, ven en esos «Bureaux d’Aide Psychologique Universitaire» (BAPU) (Centros de ayuda psicológica universitaria), una conquista indispensable y merecida [9].

Pero la miseria real de la vida cotidiana estudiantil, encuentra su compensación inmediata, fantástica, en su principal opio: la mercancía cultural. En el espectáculo cultural, el estudiante encuentra de forma natural su lugar de discípulo respetuoso. Cercano a su lugar de producción sin nunca tener acceso a él -el Santuario le está prohibido- el estudiante descubre la «cultura moderna» como espectador-admirador. En una época en que el arte está muerto, el estudiante continúa asistiendo con fiel asiduidad a los teatros y cine-clubs, y sigue siendo el más ávido consumidor de su cadáver congelado y distribuido bajo celofán en los supermercados, por los guardianes de la abundancia. Participa sin reserva, sin segundas intenciones y sin alejamiento. Es su elemento natural. Si las «casas de cultura» no existieran, el estudiante las habría inventado. Este verifica perfectamente los análisis más banales de la sociología americana del marketing: consumo ostentatorio, establecimiento de una diferenciación publicitaria entre productos idénticos en la nulidad (Pérec o Robbe-Grillet; Godard o Lelouch).

Desde que los «dioses» que producen u organizan su espectáculo cultural se encarnan en escena, él es su principal público, su fiel soñador. De este modo, asiste en masa a sus demostraciones más obscenas; qué otro que no sea él llenaría las salas cuando, por ejemplo, los curas de las diferentes iglesias exponen públicamente sus diálogos sin límites (semanas del pensamiento llamado marxista, reuniones de intelectuales católicos) o cuando las ruinas de la literatura vienen a constatar su impotencia.

Incapaz de pasiones reales, disfruta con polémicas desapasionadas entre las «vedettes» de la Inteligencia, sobre falsos problemas cuya función es enmascarar los verdaderos: Althusser – Garaudy Sartre – Barthes – Picard – Lefebvre – Lévi-Strauss – Halliday – Chatelet – Antoine. Humanismo – Existencialismo – Estructuralismo – Cientifismo – Nuevo Criticismo – Dialéctico-naturalismo – Cibernetismo – Planetismo – Meta-filosofismo.

En su aplicación, ese estúpido se cree vanguardia porque ha visto el último Godard, comprado el último libro argumentista [10]» o participado en el último «happening» de Lapassade. Ese ignorante toma por novedades «revolucionarias», garantizadas por «label»*, los más pálidos «ersatz» de antiguas investigaciones, efectivamente importantes en su tiempo, edulcorados con la idea de negocio. La cuestión es preservar siempre su standing cultural. El estudiante está orgulloso de comprar, como todo el mundo, las reediciones en libros de bolsillo de una serie de textos importantes y difíciles que la «cultura de masas» difunde a un ritmo acelerado [11]. Solamente que no sabe leer. Se contenta con consumirlos con la mirada.

* label: marca que ponen ciertos sindicatos en los trabajos de sus afiliados.

Su lectura preferida sigue siendo la prensa especializada que orquesta el consumo delirante de los «gadgets» culturales; acepta dócilmente sus ukases* publicitarios y hace la referencia-standard de sus gustos. L’Express y L’Observateur hacen todavía sus delicias, o bien cree que Le Monde, cuyo estilo es ya demasiado difícil para él, es verdaderamente un diario «objetivo» que refleja la actualidad. Para profundizar sus conocimientos generales, se empapa de Planète, la revista mágica que quita las arrugas y puntos negros de las viejas ideas. Con tales guías, cree participar en el mundo moderno e iniciarse en política.

* ucase o ukase: orden gubernativa injusta y tiránica que tiene su origen en el zarismo.

El estudiante, más que en ningún otro estamento, está contento de estar politizado. Sin embargo, ignora que participa a través del mismo espectáculo. De este modo se apropia de los miserables y ridículos restos de una izquierda que fue aniquilada hace más de cuarenta años, por el reformismo «socialista» y por la contra-revolución stalinista. Todo esto todavía lo ignora, mientras que el Poder lo sabe claramente y la clase obrera de un modo confuso. Participa, con una débil arrogancia, en las manifestaciones más irrisorias que no lo atraen más que a él. La falsa conciencia política se encuentra en él en estado puro, y el estudiante constituye la base ideal para las manipulaciones de burócratas fantasmas de organizaciones moribundas (desde el Partido llamado Comunista a la UNEF). Estas programan totalitariamente sus opciones políticas; toda marginación o intento de «independencia» vuelve dócilmente, tras una parodia de resistencia, al orden que ni un solo instante ha sido puesto en cuestión [12]. Cuando cree ir más allá -como esos que, por una verdadera enfermedad de inversión publicitaria se nombran JCR, cuando no son ni jóvenes, ni comunistas, ni revolucionarios-, es para adherirse a palabras de orden pontifical: Paz en Vietnam.

El estudiante está orgulloso de oponerse a los arcaísmos» de un de Gaulle, pero no comprende que lo hace en nombre de errores del pasado, de crímenes ya fríos (como el stalinismo en la época de Togliatti, Garaudy, Kruchtchev, Mao) y que de este modo su juventud es todavía más arcaica que el poder, que dispone efectivamente de todo lo necesario para administrar una sociedad moderna.

Pero el estudiante no es un arcaísmo cercano. Se cree obligado a tener ideas generales sobre todo, concepciones coherentes del mundo que den un sentido a su necesidad de agitación y promiscuidad asexuada. Burlado por las últimas febrilidades de las iglesias, se arroja sobre la antigüedad de las antiguallas para adorar la hedionda carroña de Dios y acercarse a los restos descompuestos de religiones prehistóricas que cree dignas de él y de su tiempo. Apenas se osa señalarlo pero, el medio estudiantil, junto con el de las ancianas de provincias, es el sector donde se mantiene la mayor dosis de religión profesada, y sigue siendo todavía la mejor «tierra de misión» (mientras que, en todos los otros sectores se ha eliminado o expulsado a los curas), donde los sacerdotes-estudiantes continúan sodomizando, sin esconderse, a millares de estudiantes con sus diarreas espirituales.

Ciertamente, entre los estudiantes, hay algunos con un nivel intelectual suficiente. Estos dominan sin esfuerzo los miserables controles de capacidad previstos por los mediocres, y los dominan perfectamente porque han comprendido el sistema, porque lo desprecian y se saben sus enemigos. Toman del sistema de estudios lo que tiene de mejor: las becas. Aprovechando los fallos del control, cuya propia lógica obliga actualmente y aquí, a resguardar un sector puramente intelectual, la «investigación», van a llevar tranquilamente la confusión al más alto nivel. Su desprecio manifiesto respecto al sistema va parejo con la lucidez que les permite ser más fuertes que los sirvientes del sistema y,principalmente, en el terreno intelectual. Estos de quienes hablamos, figuran ya entre los teóricos del movimiento revolucionario que se aproxima. No esconden a nadie que lo que toman tan fácilmente del «sistema de estudios» es utilizado para su destrucción. Esto es así ya que, el estudiante no puede rebelarse contra nada sin rebelarse contra sus estudios, y la necesidad de esta rebelión se hace sentir menos naturalmente que en el obrero, que se rebela espontáneamente contra su condición. Pero el estudiante es un producto de la sociedad moderna, al mismo nivel que Godard o la Coca-Cola. Su extrema alienación no puede ser negada más que por la negación de toda la sociedad. Esta crítica no puede hacerse, de ningún modo, sobre el terreno estudiantil: el estudiante, como tal, se atribuye un pseudo-valor que le prohíbe tomar conciencia de su desposesión real y,de esta forma, permanece lleno de falsa conciencia. Pero, en todas partes donde la sociedad moderna empieza a ser contestada, se dan rebeliones de la juventud que corresponden a una crítica total del comportamiento estudiantil.

No es suficiente con que el pensamiento busque su realización; es preciso que la realidad busque el pensamiento 

Tras un largo periodo de sueño letárgico y de contra-revolución permanente, desde hace algunos años,se esboza un nuevo periodo de contestación del que la juventud parece ser la representante. Pero la sociedad del espectáculo, en la representación que se hace de sí misma y de sus enemigos, impone sus categorías ideológicas para la comprensión del mundo y de la historia. Domina todo lo que sucede en el orden natural de las cosas y encierra las verdaderas novedades que anuncian su superación en el marco estrecho de su ilusoria novedad. La rebelión de la juventud contra el modo de vida que se le impone, en realidad no es más que el signo precursor de una subversión más amplia que englobará al conjunto de los que experimentan, cada vez más, la imposibilidad de vivir el preludio de la próxima etapa revolucionaria. La ideología dominante y sus órganos cotidianos según mecanismos experimentados de inversión de la realidad, no pueden más que reducir este movimiento histórico real a una pseudo-categoría socio-natural: la Idea de la Juventud (que estaría en la esencia del rebelarse). De este modo, se somete una nueva juventud de la rebelión a la eterna rebelión de la juventud, renaciendo en cada generación para esfumarse cuando «el joven es ganado por la seriedad de la producción y por la actividad, de cara a fines concretos y verdaderos». La «rebelión de los jóvenes» ha sido y es todavía objeto de una verdadera inflación periodística que crea el espectáculo de una «rebelión» posible que se da a contemplar para impedir que se la viva, la esfera aberrante -ya integrada- necesaria al funcionamiento del sistema social; esta rebelión contra la sociedad, paradójicamente la tranquiliza porque está considerada como parcial, en el apartheid de los «problemas» de la juventud -como hay problemas de la mujer o un problema negro- y no dura más que durante una parte de la vida. En realidad, si es que hay un problema de la «juventud» en la sociedad moderna es que la crisis profunda de esta sociedad es sentida con más acuidad por la juventud [13]. Producto por excelencia de la sociedad moderna, ella misma es moderna, sea para integrarse sin reservas, sea para rechazarla radicalmente. Lo que debe sorprender, no es tanto que la juventud sea rebelde sino que los «adultos» sean tan resignados. Esto no tiene una explicación mitológico sino histórica: la generación precedente ha conocido todas las derrotas y consumido todas las mentiras del periodo de disgregación vergonzosa del movimiento revolucionario.

Considerada en sí misma, la «Juventud’ es ya un mito publicitario profundamente ligado al modo de producción capitalista, como expresión de su dinamismo. Esta ilusoria primacía de la juventud ha sido posible con la puesta en marcha de la economía, tras la Segunda Guerra Mundial, a consecuencia de la entrada en masa en el mercado de toda una categoría de consumidores más maleables, un rol que asegura una patente de integración a la sociedad del espectáculo. Pero la explicación dominante del mundo se encuentra de nuevo en contradicción con la realidad socio-económica (con retraso respecto a ella) y es justamente la juventud la primera en asegurar una irresistible pasión de vivir y de sublevarse espontáneamente contra el tedio cotidiano y el tiempo muerto que el viejo mundo continúa segregando a través de sus diferentes modernizaciones. La parte rebelada de la juventud expresa su rechazo sin una perspectiva de superación, es decir, su rechazo nihilista. Esta perspectiva se busca y se establece por todas partes del mundo. Le es preciso alcanzar la coherencia de la crítica teórica y la organización práctica de esta coherencia.

Al nivel más sumario, los «Blousons noirs» en todos los países expresan con la máxima violencia aparente el rechazo a integrarse. Pero el carácter abstracto de su rechazo no les deja ninguna posibilidad de escapar a las contradicciones de un sistema del que son el producto negativo espontáneo. Los «Blousons noirs» son producidos por todos los aspectos del orden actual: el urbanismo de las grandes colectividades, la descomposición de valores, la extensión del ocio cada vez más tedioso, el control humanístico-policial cada vez más extendido a toda la vida cotidiana, la supervivencia económica de la célula familiar privada de todo significado. Desprecian el trabajo pero aceptan las mercancías. Quisieran tener todo lo que la publicidad les muestra al instante y sin que deban pagarlo. Esta contradicción fundamental domina toda su existencia y es el marco que aprisiona su tentativa de afirmación para la búsqueda de una verdadera libertad en el empleo del tiempo, la afirmación individual y la constitución de una especie de comunidad. (Tales micro-comunidades recomponen, al margen de la sociedad desarrollada, un primitivismo donde la miseria crea de nuevo, de forma ineluctable, la jerarquía en la banda. Esta jerarquía, que no puede afirmarse más que en la lucha contra otras bandas, aísla a cada banda y, en cada banda al individuo) Para salir de esta contradicción el «Blouson noir» finalmente deberá trabajar para comprar mercancías -todo un sector de la producción está creado especialmente para su recuperación en tanto que consumidor (motos, guitarras eléctricas, ropas, discos, etc.)- o bien debe atacar las leyes del comercio, sea de forma primaria, robando los productos, sea de forma consciente elevándose a la crítica revolucionaria del mundo de las mercancías. El consumo suaviza las costumbres de esos jóvenes rebeldes, y su rebelión cae en el peor de los conformismos. El mundo de los «Blousons noirs» no tiene más salida que la toma de conciencia revolucionaria o la obediencia ciega en las fábricas.

Los Provos constituyen la primera forma de superación de la experiencia de los «Blousons noirs»,la organización de su primera expresión política. Han nacido a la sombra de un encuentro entre algunos fracasados del arte alterado en busca del éxito y una masa de jóvenes rebeldes en busca de afirmación. Su organización ha permitido a unos y otros avanzar y acceder a un nuevo tipo de contestación. Los «artistas» han aportado algunas tendencias hacia el juego, todavía muy mitificadas y llenas de confusión ideológica; los jóvenes rebeldes no tenían más que la violencia de su rebelión. Desde la formación de su organización las dos tendencias han sido distintas; la masa sin teoría se ha encontrado de golpe bajo la tutela de una reducida capa de dirigentes sospechosos, que intentan mantener su «poder» mediante la difusión de una ideología provista. Mientras que la violencia de los «Blousons noirs» pasa por alto el plan de ideas en una tentativa de superación del arte, el reformismo neo-artístico es quien lo impulsa. Los Provos son la expresión del último reformismo producido por el capitalismo moderno: el de la vida cotidiana. Mientras que es precisa nada menos que una revolución permanente para cambiar la vida, la jerarquía Provo cree -así como Bernstein creía transformar el capitalismo en socialismo por medio de reformas- que es suficiente con aportar algunas mejoras para modificar la vida cotidiana. Los Provos, optando por lo fragmentario acaban por aceptar la totalidad. Para proporcionarse una base, sus dirigentes han inventado la ridícula ideología del Provotariado (ensalada artístico-política inocentemente compuesta por los restos enmohecidos de una fiesta que ellos no han conocido), destinada, según ellos, a oponerse a la pretendida pasividad y aburguesamiento del Proletariado, tarta a la crema de todos los cretinos del siglo. Al igual que desesperan de transformar la totalidad, desesperan de las únicas fuerzas que traen la esperanza de una posible superación. El Proletariado es el motor de la sociedad capitalista, y, por consiguiente, su peligro mortal: todo está hecho para reprimirlo (partidos, sindicatos burocráticos, policía más a menudo que contra los Provos, colonización de toda su vida), puesto que es la única fuerza realmente amenazadora. Los Provos no han comprendido nada de esto, de este modo siguen siendo incapaces de criticar al sistema de producción y, en consecuencia, prisioneros de todo el sistema. Y cuando en un alboroto obrero anti-sindical, su base se ha unido a la violencia directa, los dirigentes han quedado completamente desbordados por el movimiento y, en su enloquecimiento, no han encontrado nada mejor que hacer que denunciar los «excesos» y llamando al pacifismo renunciar lamentablemente a su programa: provocar a las autoridades para demostrar el carácter represivo (y gritando que eran provocados por la policía). Y, para colmo, han hecho un llamamiento por la radio a los jóvenes alborotadores a que se dejen educar por los Provos, es decir, por los dirigentes que han demostrado de sobras que su vago «anarquismo» no es más que otra mentira. La base rebelde de los Provos no puede acceder a la crítica revolucionaria más que empezando a sublevarse contra sus jefes, lo que quiere decir adherirse a las fuerzas revolucionarias objetivas del Proletariado y desembarazarse de un Constant, el artista oficial de la Holanda Real, o de un De Vries, fracasado parlamentario y admirador de la policía inglesa. Solamente así los Provos pueden alcanzar la contestación moderna auténtica que tiene ya una base real entre ellos. Si quieren transformar el mundo no tienen que hacer lo mismo que los que quieren contentarse pintándolo de blanco.

Rebelándose contra sus estudios, los estudiantes americanos han puesto en cuestión, inmediatamente, una sociedad que tiene necesidad de tales estudios. Del mismo modo que su rebelión (en Berkeley y otros sitios) contra la jerarquía universitaria se ha afirmado como rebelión contra todo el sistema social basado en la jerarquía y la dictadura de la economía y el Estado. Rechazando integrarse a las empresas, a las que de forma natural los destinan sus estudios especializados, ponen en cuestión profundamente un sistema de producción donde todas las actividades y sus productos escapan totalmente a sus autores. De este modo, a través de intentos y una confusión todavía muy importante, la juventud americana inconformista busca en la «sociedad de la abundancia», una alternativa revolucionaria coherente. Permanece ampliamente ligada a dos aspectos relativamente accidentales de la crisis americana: los Negros y Vietnam; y las pequeñas organizaciones que constituyen la «Nueva Izquierda» se resienten gravemente de ello. Si, en su forma,se hace sentir una auténtica exigencia de democracia, la debilidad de su contenido subversivo los hace caer en contradicciones peligrosas. La hostilidad a la política tradicional de las viejas organizaciones es fácilmente recuperable por la ignorancia del mundo político, que se traduce en una gran falta de informaciones y de ilusiones sobre lo que sucede efectivamente en el mundo. La hostilidad abstracta por su sociedad los conduce a la admiración o al apoyo de sus enemigos más aparentes: las burocracias llamadas socialistas, China o Cuba. De este modo, en un grupo como «Resurgence Youth Movement» se encuentra al mismo tiempo una condena a muerte del Estado y un elogio de la «Revolución Cultural» realizada por la burocracia más gigantesca de los tiempos modernos: la China de Mao. Igualmente su organización semi-libertaria y no directiva, se arriesga -en todo momento y debido a la manifiesta falta de contenido- a caer en la ideología de la «dinámica de grupos» o en el mundo cerrado de la Secta. El consumo masivo de droga es la expresión de una miseria real y la protesta contra esta miseria real: es la engañosa búsqueda de libertad en un mundo sin libertad, la crítica religiosa de un mundo que ha dejado atrás la religión. No es por casualidad que esta última se encuentre sobre todo en los medios «beatniks» (esa derecha de los jóvenes inconformistas), centros del rechazo ideológico y de la aceptación de las supersticiones más fantásticas (Zen, espiritismo, misticismo de la «New Church» yotras putrefacciones como el Gandhismo o el Humanismo … ). A través de su búsqueda de un programa revolucionario, los estudiantes americanos cometen el mismo error que los Provos y se proclaman la «clase más explotada de la sociedad»; desde este momento, deben comprender que no tienen intereses distintos de todos los que sufren la opresión generalizada y la esclavitud comercial.

En el Este,el totalitarismo burocrático empieza también a producir sus fuerzas negativas. La revolución de los jóvenes es particularmente virulenta y no es conocida más que a través de las denuncias que hacen de ella los diferentes órganos del aparato o las medidas policiales que toman para contenerla. De este modo sabemos que una parte de la juventud no «respeta» ya el orden moral y familiar (tal como existe bajo su forma burguesa más detestable), se entrega al «libertinaje», desprecia el trabajo y ya no obedece a la policía del partido. En la URSS se nombra un ministro expresamente para combatir el hooliganismo*. Pero, paralelamente a esta rebelión difusa, una contestación más elaborada intenta afirmarse, y los grupos o pequeñas revistas clandestinas aparecen y desaparecen según las fluctuaciones de la represión policial. El hecho más importante ha sido la publicación por los jóvenes polacos Kuron y Modzelewski de su «Carta abierta al Partido Obrero Polaco». En este texto, afirman expresamente la «necesidad de la abolición de las actuales relaciones de producción y relaciones sociales» y ven que a este fin «la revolución es ineluctable». La intelligentsia de los países del Este busca, actualmente, ser consciente y formular claramente las razones de esta crítica que los obreros han concretado en Berlín-Este, Varsovia y Budapest, la crítica proletaria del poder de clase burocrático. Esta sublevación sufre profundamente la desventaja de establecer a la vez los problemas reales y su solución. Si en los demás países el movimiento es posible pero el fin permanece mitificado, en las burocracias del Este la contestación es desilusionada y sus fines conocidos. Se trata de inventar las formas de su realización, de abrirse el camino que lleve a ésta.

* Palabra inglesa que significa bandolerismo, pistolerismo.

En cuanto a la rebelión de los jóvenes ingleses, ha encontrado su primera expresión organizada en el movimiento anti-atómico. Esta lucha parcial, conseguida alrededor del vago programa del Comité de los Cien –que ha conseguido reunir hasta 300.000 manifestantes- ha realizado su más bello gesto en la primavera de 1963 con el escándalo R.S.G. 6 [14]. No tenía más salida que caer, falta de perspectivas, recuperada por las ruinas de la política tradicional y las buenas almas pacifistas. El arcaísmo del control en la vida cotidiana, característico de Inglaterra, no ha podido resistir el asalto del mundo moderno y la descomposición acelerada de los valores seculares engendra tendencias profundamente revolucionarias en la crítica de todos los aspectos del modo de vida [15]. Es preciso que las exigencias de esta juventud reúnan la resistencia de una clase obrera que cuenta entre las más combativas del mundo, la de los «shop-stewards» y las huelgas salvajes, y la victoria de sus luchas no puede ser buscada más que en perspectivas comunes. El derrumbamiento de la social-democracia en el poder, no hace más que proporcionar una probabilidad suplementaria a su encuentro. Las explosiones que ocasionará tal unión serán más formidables que todo lo que se ha visto en Amsterdam. Ante ellas la rebelión provista no será más que un juego de niños. De ahí solamente, puede nacer un verdadero movimiento revolucionario, donde las necesidades prácticas habrán encontrado su respuesta.

El Japón es el único de los países industrialmente avanzados donde esta fusión de la juventud estudiante y los obreros de vanguardia se ha realizado ya.

Zengakuren, la famosa organización de estudiantes revolucionarios y la Liga de los jóvenes trabajadores marxistas son las dos importantes organizaciones formadas sobre la orientación común de la Liga Comunista Revolucionaria. Esta formación se plantea ya el problema de la organización revolucionaria. Combate simultáneamente y sin ilusiones, el Capitalismo en el Oeste y la Burocracia de los países llamados socialistas. Agrupa ya algunos miles de estudiantes y obreros organizados sobre una base democrática y anti-jerárquica, sobre la participación de todos los miembros en todas las actividades de la organización. De este modo, los revolucionarios japoneses son los primeros en el mundo que llevan ya grandes luchas organizadas, referidas a un programa avanzado, con una amplia participación de masas. Sin parar, miles de obreros y estudiantes salen a la calle y afrontan violentamente a la policía japonesa. Sin embargo, la LCR, a pesar de que los combate, no explica completa y concretamente los dos sistemas. Busca todavía definir de forma precisa la explotación burocrática, igual que no ha llegado todavía a formular explícitamente los caracteres del capitalismo moderno, la crítica de la vida cotidiana y la crítica del espectáculo. La Liga Comunista Revolucionaria sigue siendo, fundamentalmente, una organización proletaria clásica. Actualmente es la más importante formación revolucionaria del mundo y de aquí en adelante debe ser uno de los polos de discusión y reunión para la nueva crítica revolucionaria proletaria en el mundo.

Finalmente, crear la situación que haga imposible todo retroceso 

«Estar en vanguardia es ir al paso de la realidad.» [16] En la actualidad, la crítica radical del mundo moderno debe tener por objeto y objetivo la totalidad. Esta crítica debe contener, indisolublemente su pasado real, lo que es efectivamente y las perspectivas de su transformación. Para poder decir toda la verdad del mundo actual y, a fortiori, para formular el proyecto de su subversión total, hay que ser capaz de revelar toda su historia escondida, es decir, mirar de un modo totalmente desmitificado y fundamentalmente crítico, la historia de todo el movimiento revolucionario internacional -inaugurado hace más de un siglo por el proletariado de los países occidentales-, sus «fracasos» y sus «victorias».

«Este movimiento contra el conjunto de la organización del viejo mundo, hace mucho tiempo que ha acabado» [17] y ha fracasado. Su última manifestación histórica fue la derrota de la revolución proletaria en España (en Barcelona en mayo de 1937). Sin embargo, tanto sus «fracasos» oficiales como sus «victorias» también oficiales, deben ser juzgados a la luz de sus prolongaciones y sus verdaderos restablecimientos. De este modo, podemos afirmar que «hay derrotas que son victorias y victorias más vergonzosas que derrotas» (Karl Liebknecht en la víspera de su asesinato). La primera gran «derrota» del poder proletario, la Comuna de París, es en realidad su primera gran victoria, puesto que, por primera vez, el proletariado primitivo afirma su capacidad histórica para dirigir de un modo libre todos los aspectos de la vida social. Asimismo, su primera gran «victoria», la revolución bolchevique, en definitiva no es más que la derrota de más graves consecuencias. El triunfo del orden bolchevique coincide con el movimiento de contra-revolución internacional que empieza con el aniquilamiento de los espartaquistas por la socialdemocracia alemana. Su triunfo común era más profundo que su aparente oposición y, en definitiva, este orden bolchevique no era más que un nuevo disfraz y un rostro particular del antiguo orden. Los resultados de la contra-revolución rusa fueron, en el interior, el establecimiento y desarrollo de un nuevo modo de explotación, el capitalismo burocrático de Estado y, en el exterior, la multiplicación de secciones de la Internacional llamada comunista, sucursales destinadas a defenderlo y difundir su modelo. El capitalismo, bajo sus diferentes variantes burocráticas y burguesas, florecía de nuevo sobre los cadáveres de los marinos de Kronstadt, los campesinos de Ucrania, los obreros de Berlín, Kiel, Turín, Shanghai, y, más tarde, Barcelona.

La IIIª Internacional, aparentemente creada por los bolcheviques para luchar contra los residuos de la social-democracia reformista de la IIª Internacional, y agrupar la vanguardia proletaria en los «partidos comunistas revolucionarios», estaba demasiado vinculada a sus creadores y a sus intereses para poder realizar, donde quiera que sea, la verdadera revolución socialista. De hecho, la IIª Internacional era la realidad de la IIIª. El modelo ruso se impone muy pronto a las organizaciones obreras de Occidente y sus evoluciones fueron una sola y única cosa. A la dictadura totalitaria de la Burocracia, nueva clase dirigente, sobre el proletariado ruso, en el seno de esas organizaciones corresponde la dominación de una capa de burócratas políticos y sindicales sobre la gran masa de obreros cuyos intereses se han vuelto francamente contradictorios con los suyos. El monstruo stalinista obsesionaba la conciencia obrera, mientras que el Capitalismo, en vías de burocratización y super-desarrollo, resolvía sus crisis internas y afirmaba orgullosamente su nueva victoria que pretende permanente. Una misma forma social, aparentemente divergente y distinta, se apodera del mundo, y los principales del viejo mundo continúan gobernando nuestro mundo moderno. Los muertos asedian todavía el cerebro de los vivos.

En el seno de este mundo, organizaciones pretendidamente revolucionarias no hacen más que combatirlo en apariencia, sobre su propio terreno, a través de las mayores mitificaciones. Todas ellas reivindican ideologías más o menos petrificadas, y, en definitiva, no hacen más que participar en la consolidación del orden dominante. Los sindicatos y partidos políticos forjados por la clase obrera para su propia emancipación se han convertido en simples reguladores del sistema, propiedad privada de dirigentes que trabajan para su emancipación particular y encuentran un estatuto en la clase dirigente de una sociedad que nunca piensan poner en cuestión. El programa real de estos sindicatos y partidos no hace más que tomar de nuevo llanamente la fraseología «revolucionaria» y aplicarle las consignas del reformismo más edulcorado, puesto que el mismo capitalismo se hace oficialmente reformista. Allí donde han podido tomar el poder -en países más atrasados que Rusia- no era más que para reproducir el modelo stalinista del totalitarismo contra-revolucionario [18] . En otro aspecto, son el complemento estático y necesario [19] para la auto-regulación del Capitalismo burocratizado; la contradicción indispensable para el mantenimiento de su humanismo policíaco. Por otra parte, frente a las masas obreras, siguen siendo los garantizadores indefectibles y los defensores incondicionales de la contra-revolución burocrática, los dóciles instrumentos de su política extranjera. En un mundo fundamentalmente engañoso, ellos son los portadores de la mentira más radical, y trabajan para la eternización de la dictadura universal de la Economía y el Estado. Como afirman los situacionistas, «un modelo social universalmente dominante, que tiende a la auto-regulación totalitaria, no es más que aparentemente combatido por falsas contestaciones expuestas de forma permanente sobre su propio terreno, ilusiones que, por el contrario refuerzan ese modelo. El pseudo-socialismo burocrático no es más que el mayor de los disfraces del viejo mundo jerárquico del trabajo alienado [20]». En todo esto, el sindicalismo estudiantil es únicamente la caricatura de una caricatura, la repetición burlesca e inútil de un sindicalismo degenerado.

La denuncia teórica y práctica del stalinismo bajo todas sus formas, debe ser la obligación básica de todas las futuras organizaciones revolucionarias. Está claro que, por ejemplo en Francia, donde el retraso económico aleja todavía la conciencia de la crisis, el movimiento revolucionario no podrá renacer más que sobre las ruinas del stalinismo aniquilado. La destrucción del stalinismo debe convertirse en el delenda Carthago de la última revolución de la prehistoria.

Ella misma debe romper definitivamente con su propia prehistoria, y sacar toda su poesía del futuro. Los «Bolcheviques resucitados» que representan la farsa de la «militancia» en los diferentes grupúsculos izquierdistas, son los hedores del pasado y, en modo alguno anuncian el futuro. Supervivientes del gran naufragio de la «revolución traicionada», se presentan como los fieles poseedores de la ortodoxia bolchevique: la defensa de la URSS es su insuperable fidelidad y su escandalosa renuncia.

No pueden conservar ilusiones más que en los famosos países subdesarrollados [21] donde ellos mismos ratifican el subdesarrollo teórico. Desde Partisans (órgano de los stalino-trotskistas reconciliados) a todas las tendencias y semi-tendencias que se disputan «Trotsky» en el interior y el exterior de la IVª Internacional, reina una misma ideología revolucionarista, y una misma incapacidad práctica y teórica para comprender los problemas del mundo moderno. Cuarenta años de historia contra-revolucionaria los separan de la Revolución. No tienen razón porque no están en 1920 y, en 1920 ya no tenían razón. La disolución del grupo «ultra-izquierdista» Socialisme ou Barbarie, tras su división en dos fracciones, «modernista cardanista» y «viejo marxista» (de Pouvoir Ouvrier), demuestra, si es que hacía falta, que no puede haber revolución fuera de lo moderno, ni pensamiento moderno fuera de la crítica revolucionaria que debe reinventarse [22] . Es significativo en este sentido que toda separación entre esos dos aspectos, cae inevitablemente en el museo de la Prehistoria revolucionaria concluida, o bien en la modernidad del poder, es decir en la contra-revolución dominante: Voix ouvriere o Arguments.

En cuanto a los diversos grupúsculos «anarquistas», todos ellos prisioneros de esta denominación, no poseen otra cosa que esta ideología reducida a una simple etiqueta. El increíble «Monde Libertaire», evidentemente redactado por estudiantes, alcanza el grado más fantástico de confusión y estupidez.

Esas gentes lo toleran efectivamente todo, puesto que se toleran unos a otros.

La sociedad dominante que se vanagloria de su permanente modernización, ahora debe encontrar con quien hablar, es decir, con la negación modernizada que ella misma produce [23] : «Dejemos ahora a los muertos el enterrar a sus muertos y llorarlos». Las desmitificaciones prácticas del movimiento histórico liberan la conciencia revolucionaria de los fantasmas que la obsesionaban; la revolución de la vida cotidiana se encuentra cara a cara con las inmensas tareas que debe realizar. La revolución, así como la vida que anuncia, hay que reinventarlas. Si el proyecto revolucionario sigue siendo fundamentalmente el mismo: la abolición de la sociedad de clases, es que en ninguna parte han sido radicalmente transformadas las condiciones en que se forman las clases. Se trata de volver a iniciar la lucha con un radicalismo y una coherencia acrecentados por la experiencia del fracaso de sus antiguos protagonistas, a fin de evitar que su realización fragmentaria entrañe una nueva división de la sociedad.

No pudiendo realizarse la lucha entre el poder y el nuevo proletariado más que en la totalidad, el futuro movimiento revolucionario debe abolir en su seno todo lo que tiende a reproducir los productos alienados del sistema mercantil [24] debe ser, al mismo tiempo, la crítica viva y la negación que lleva en ella todos los elementos de la posible superación. Como muy bien lo ha visto Lukács (aunque para aplicarlo a algo que no lo merecía: el partido bolchevique), la organización revolucionaria es esta mediación necesaria entre la teoría y la práctica, entre el hombre y la historia, entre la masa de trabajadores y el proletariado constituido en clase. Las tendencias y divergencias «teóricas»,deben transformarse inmediatamente en cuestiones de organización si quieren descubrir la vía de su realización. La cuestión de la organización será el juicio final del nuevo movimiento revolucionario, el tribunal ante el cual será juzgada la coherencia de su proyecto esencial: la realización internacional del poder absoluto de los Consejos Obreros, tal como ha sido esbozado por la experiencia de las revoluciones proletarias de este siglo. Una organización así debe realizar antes la crítica radical de todo lo que supone la base de la sociedad que combate, a saber: la producción mercantil, la ideología bajo todos sus disfraces, el Estado y las disidencias que impone.

La escisión entre teoría y práctica ha sido la roca contra la que se ha estrellado el viejo movimiento revolucionario. Solamente los mayores momentos de lucha proletaria han superado esta escisión para encontrar su verdad. Ninguna organización se ha saltado todavía ese Rodas. La ideología, tan «revolucionaria» como pueda ser, está siempre al servicio de los amos, es la señal de alarma que designa al enemigo camuflado. Por ello, la crítica de la ideología debe ser en último término, el problema central de la organización revolucionaria. El mundo alienado produce la mentira, y ésta no podría reaparecer en el seno de los que pretenden llevar la verdad social sin que esta organización no se transformase a su vez en una mentira más en un mundo fundamentalmente engañoso.

La organización revolucionaria que proyecta realizar el poder absoluto de los Consejos Obreros, debe ser el medio donde se esbocen todos los aspectos positivos de ese poder. Debe también llevar a cabo una lucha a muerte contra la teoría leninista de la organización. La revolución de 1905 y la organización espontánea de los trabajadores rusos en Soviets era ya una crítica de obra [25] de esta nefasta teoría. Pero el movimiento bolchevique persistía en creer que la espontaneidad obrera no podía superar la conciencia «trade-unionista», y era incapaz de comprender «la totalidad». Lo que lleva a decapitar al proletariado para permitir al partido tomar la «cabeza» de la Revolución. No se puede negar, tan despiadadamente como lo ha hecho Lenin, la capacidad histórica del proletariado de emanciparse por sí mismo, sin negar su capacidad de dirigir totalmente la sociedad futura. En una perspectiva similar, el slogan «todo el poder a los Soviets» no significaba nada más que la conquista de los Soviets por el Partido, la instauración del Estado del partido, en vez del «Estado» debilitado del proletariado en armas.

Sin embargo es este slogan el que hay que asumir de nuevo radicalmente, liberándolo de las intenciones ocultas bolcheviques. El proletariado no puede consagrarse al juego de la revolución más que para ganar todo un mundo, de otro modo no es nada. La forma única de su poder, la autogestión generalizada, no puede ser compartida con ninguna otra fuerza. Puesto que es la disolución efectiva de todos los poderes, no podría tolerar ninguna limitación (geográfica o de otro tipo); los compromisos que acepta se transforman inmediatamente en acciones de compromiso, en renuncia. «La autogestión debe ser a la vez el medio y la finalidad de la lucha actual. No es solamente el riesgo de la lucha sino su forma adecuada. Es para sí misma la materia que trabaja y su propia presuposición» [16] .

La crítica unitaria del mundo es la garantía de la coherencia y de la verdad de la organización revolucionaria. Tolerar la existencia de sistemas de opresión (por ejemplo porque contienen la herencia «revolucionaria») en un punto de la tierra, es reconocer la legitimidad de la opresión. Igualmente, si se tolera la alienación en un terreno de la vida social, se reconoce la fatalidad de todas las reificaciones. No es suficiente estar por el poder abstracto de los Consejos Obreros, sino que hay que demostrar su significado concreto: la supresión de la producción mercantil y por consiguiente del proletariado. La lógica de la mercancía es la racionalidad primera y última de las sociedades actuales, es la base de la auto-regulación totalitaria de estas sociedades comparables a puzzles cuyas piezas, tan desiguales en apariencia, de hecho son equivalentes. La reificación mercantil es el obstáculo esencial para una emancipación total, para la construcción libre de la vida. En el mundo de la producción mercantil, la praxis no se persigue en función de un fin determinado, de forma autónoma, sino bajo las directrices de potencias exteriores. Y si las leyes económicas parecen convertirse en leyes naturales de una clase particular, es que su poder reposa únicamente en «la ausencia de conciencia de los que toman parte en ello».

El principio de la producción mercantil es la pérdida de sí mismo en la creación caótica e inconsciente de un mundo que escapa totalmente a sus creadores. El núcleo radicalmente revolucionario de la autogestión generalizada es, por el contrario, la dirección consciente por parte de todos, del conjunto de la vida. La autogestión de la alienación mercantil haría de todos los hombres los programadores de su propia supervivencia: es la cuadratura del círculo. La tarea de los Consejos Obreros no será pues la autogestión del mundo existente sino su transformación cualitativa ininterrumpida: la superación concreta de la mercancía (en tanto que gigantesca desviación de la producción del hombre por sí mismo).

Esta superación implica, naturalmente, la supresión del trabajo y su sustitución por un nuevo tipo de actividad libre, por consiguiente, la abolición de una de las divisiones fundamentales de la sociedad moderna, entre un trabajo cada vez más reificado y el tiempo libre consumido pasivamente. Grupúsculos hoy en disgregación como S. o B. o P.O. [27] pero reunidos en torno a la moderna consigna de «poder obrero», continúan sobre ese punto central siguiendo el viejo movimiento obrero en la vía del reformismo del trabajo y de su «humanización». Es al trabajo mismo a quien hoy hay que atacar. Lejos de ser una «utopía», su supresión es la primera condición de la superación efectiva de la sociedad mercantil, de la abolición -en la vida cotidiana de cada uno- de la separación entre el «tiempo libre» y el «tiempo de trabajo», sectores complementarios de una vida alienada, donde se proyecta indefinidamente la contradicción interna de la mercancía, entre valor de uso y valor de cambio y solamente más allá de esta oposición es donde los hombres podrán hacer de su actividad vital un objeto de su voluntad y de su conciencia, y contemplarse a sí mismos en un mundo que ellos han creado. La democracia de los Consejos Obreros es el enigma resuelto de todas las divisiones actuales. Esta hace «imposible todo lo que existe por fuera de los individuos».

La dominación consciente de la historia por los hombres que la hacen, he aquí todo el proyecto revolucionario. La historia moderna, como toda la historia pasada, es el producto de la praxis social, el resultado -inconsciente- de todas las actividades humanas. En la época de su dominación totalitaria el capitalismo ha producido su nueva religión: el espectáculo. El espectáculo es la realización terrestre de la ideología. El mundo nunca ha andado tan bien sobre la cabeza. «Y, al igual que la ‘crítica de la religión’, la crítica del espectáculo es hoy la primera condición de toda critica» [28] .

El problema de la revolución está históricamente planteado a la humanidad. La acumulación cada vez mayor de medios materiales y técnicos no tiene comparación más que con la insatisfacción cada vez más profunda de todos. La burguesía y su heredera en el Este, la burocracia, no pueden saber cómo emplear ese superdesarrollo que será la base de la poesía del futuro,justamente porque las dos trabajan por el mantenimiento de un orden antiguo. Tienen, a lo sumo, el secreto de su práctica policial. No hacen más que acumular Capital y por tanto proletariado; proletario es aquel que no tiene ningún poder sobre el empleo de su vida, y que lo sabe. La suerte histórica del nuevo proletariado es ser el.único heredero consecuente de la riqueza sin valor del mundo burgués, para transformarla y superarla en el sentido del hombre total, persiguiendo la apropiación total de la naturaleza y de su propia naturaleza. Esta realización de la naturaleza del hombre sólo puede tener sentido por la satisfacción sin límites y la multiplicación infinita de los deseos reales que el espectáculo confina en las zonas lejanas del inconsciente revolucionario, y que no es capaz de realizar más que fantásticamente en el delirio onírico de su publicidad. La realización efectiva de deseos reales, es decir, la abolición de todas las pseudonecesidades y deseos que el sistema crea cotidianamente para perpetuar su poder, no puede hacerse sin la supresión del espectáculo mercantil y su superación positiva.

La historia moderna no puede ser liberada y sus innumerables adquisiciones libremente utilizadas más que por las fuerzas que ella rechaza: los trabajadores sin poder sobre las condiciones, sentido y producto de sus actividades. Así como en el siglo XIX el proletariado era ya el heredero de la filosofía, se ha convertido, además, en el heredero del arte moderno y de la primera critica consciente de la vida cotidiana. No puede suprimirse sin realizar, a la vez, arte y filosofía. Transformar el mundo y cambiar la vida son para él una sola y única cosa, el santo y seña inseparable que acompañará su supresión en tanto que clase, la disolución de la sociedad presente en tanto que reino de la necesidad, y finalmente la ascensión posible al reino de la libertad. La crítica radical y la reconstrucción libre de todas las conductas y valores impuestos por la realidad alienada son su programa máximo, y la creatividad liberada en la construcción de todos los momentos y acontecimientos de la vida es la única poesía que podrá reconocer, la poesía hecha por todos, el comienzo de la fiesta revolucionaria. Las revoluciones proletarias serán fiestas o no serán, pues la misma vida que anuncian será creada bajo el signo de la fiesta. El juego es la racionalidad última de esta fiesta, vivir sin tiempo muerto y disfrutar sin trabas son las únicas reglas que podrá reconocer.

Notas 

1. Mare Kravetz, conoció una cierta notoriedad en los medios dirigentes de la UNEF; elegante parlamentario, cometió el error de arriesgarse en la «investigación teórica»: en 1964 publica en Les Temps Modernes una apología del sindicalismo estudiantil que denuncia al año siguiente en el mismo periódico.

2. Ni qué decir tiene que los conceptos espectáculo, papel, etc. los empleamos en el sentido situacionista.

3. Cuando no se le caga en la boca se le mea en el culo.

4. Pero sin la conciencia revolucionaria; el obrero no tenía la ilusión de la promoción.

5. No nos referimos al de la Escuela Normal Superior o al de los sorbonistas, sino al de los enciclopedistas o al de Hegel.

6. No atreviéndose a alienarse con el liberalismo filisteo, se inventan referencias a las inmunes universidades de la edad media, época de la «democracia de la no-libertad».

7. Cf. Internationale Situationniste, n.º 9. Correspondance avec un cybernéticien, y el opúsculo situacionista La tortue dans la vitrina, contra el neo-profesor A. Moles.

8. Ver La lucha sexual de los jóvenes y La función del orgasmo.

9. Con el resto de la población es necesario emplear la camisa de fuerza para hacerlo comparecer ante el psiquiatra en su acogedora fortaleza. Con el estudiante, es suficiente con hacerle saber que han sido abiertas avanzadas de control en el ghetto: se precipita al lugar donde se distribuyen números de visita.

10. Sobre el «gang» argumentista y la desaparición de su órgano, ver el opúsculo Aux poubelles de I’Histoire, difundido por la Internationale Situationniste en 1963.

11. A este efecto no se puede recomendar demasiado la solución -ya practicada por los más inteligentes- que consiste en robarlos.

12. Cf.: Las últimas aventuras entre la UEC y sus homólogos cristianos con sus respectivas jerarquías, demuestran que la única unidad entre todos ellos, reside en su sumisión incondicional a sus maestros.

13 En ese sentido que la juventud no solamente siente sino que quiere expresarle.

14 Con el que os partidarios del movimiento anti-atórnico han descubierto, hecho público y a continuación ocupado los refugios anti-atómicos ultra-secretos, reservados a los miembros del gobierno.

15 Se piensa aquí en la excelente revista Heatwave cuya evolución parece ir hacia un radicalismo cada vez más riguroso.

16 Internationale Situationniste, nº. 8.

17 Internationale Situationniste, nº. 7.

18 Su realización efectiva, es tender a industrializar el país por medio de la clásica acumulación primitiva a expensas del campesinado, acelerada por el terror burocrático.

19 Desde hace 45 años, en Francia, el Partido llamado Comunista, no ha dado un solo paso hacia la torna del poder, y lo mismo puede decirse de todos los países avanzados donde no ha llegado el Ejército llamado rojo.

20 Les luttes de classes en Algérie. Internationale Situationniste, nº10.

21 Sobre su papel en Argelia, cf.: Les luttes de classes en Algérie, Internationale Situationniste, nº 10

22 Internationale Situationniste, nº. 9

23 Adresse aux révolutionnaires…, Internationale Situationniste, nº 10.

24 Definido por el predominio del trabajo-mercancía.

25 Tras la crítica teórica realizada por Rosa Luxernburg.

26 Les luttes de classes en Algérie, Internationale Situationniste, n.º 10.

27 Socialisme ou Barbarie, Pouvoir Ouvrier, etc. Por el contrario, un grupo como ICO, prohibiéndose toda organización y una teoría coherente, está condenado a la inexistencia.

28 Internationale Situationniste, nº 9